Otoño
de Gabriel Celaya
Bosques rojos, islas de oro,
otoño fiel como un secreto antiguo,
maduro corazón
cargado de sustancias de vida macerada,
al fin, al fin extraigo
de tanta pesarosa conciencia trabajada
la lenta gota espesa dulcísima y difícil,
la lágrima cuajada, la estrella temblorosa,
la rara lucidez indiferente
de la muerte en cuyos ojos me veo y no me veo.
Voy pasando despacio las hojas transparentes
del libro fabuloso que fascino mi infancia,
mas siempre, releído, parece un cuento nuevo,
y este andar entre robles,
y pájaros fastuosos de cola inverosímil,
considerando el lento,
cansado y ya tranquilo,
largamente pensado transcurso de mi olvido.
En el silencio antiguo de un parque con princesas,
ciervos de ojos azules y mágicos recuerdos´
suena un fruto cayendo,
-cae redondo, pesando dócilmente terreno-
y alguien abre los ojos saliendo de su sueño,
y escucha con sigilo
el paso de una leve muchacha de otro tiempo
que amó, y que aun camina
es mas que dulcemente, fuera ya de este mundo.
Otoño, buen amigo ,
temblor como en suspenso por las ramas desnudas
mas altas, mas delgadas,
mas ultimas y a punto de lograr lo continuo,
¡acógeme!, ya extraigo
del licor turbulento de mi vida este azúcar,
quizá melancolía,
como si recordara que yo soy mas antiguo
que todo cuanto puedo decir. Y así sonrío.
Corazón en espira, tornasol hacia dentro,
el tiempo se detiene
y es una melodía que se encierra en si misma,
de tan vertiginosa, casi quieta.
¡Oh bosque en que sonámbulo transcurro,
y es como si estuviera soñando sin saberlo,
o bien tan despierto
que todo se vuelve raro, transcendentemente claro!
¡Oh silencio esencial de la belleza!
¡Oh mundo mas que humano, cerca y lejos,
recogido en esa suma
de las sumas que es un cuento y no una cuenta!
¡Oh existencia no existente,
memoria de una posible vida ya tan remota
que parece imaginada,
y en los parque que rastrea largo y bajo el sol poniente
cursa extáticos reflejos
del corazón viejo y joven que al fin me saco del pecho!
Tan lentamente llegue a esa clara ausencia,
tan largamente vi venir este instante,
tan, siendo el mismo, me siento ahora muy lejos,
que me asusto si me miro
y, parándome, desdoblo fantomaticas presencias,
o bien recorro-caricia
triste y sensual-mi pasado
y aunque no apruebo, bendigo cuando he sido sucediendo
sin conclusión ni descanso, porque se, fue necesario.
Necesario. Ya cumplido.
Vuelto a un total que permite que me mire desde lejos
y el la imagen de mi infancia me encuentre ya retratado
por la luz de una sorpresa ,
por el misterio de un cuento y una mágica distancia
conmigo chiquito al fondo,
asomándome a esa pausa, descubierto en mi destino.
Miro muy lejos:¡Que claro!
Y estoy tranquilo. Tranquilo.
Viejos robles, oros equis
del poniente y de los zumos de mi vida trabajada.
¡Ay temblores transparentes en las ramas!
¡Ay fabulas y distancias
que vuelven a ser creíbles cuando la vida no es nada,
cuando se exprime la dulce
melancolía del tiempo,
cuando a través de los años bien contados , extasiada,
sonríe una novia niña,
bendicen nuestros mayores
y las canciones conmueven mas por viejas que por bellas!
Largamente me demoro
en recuerdos mas secretos, mas vividos,
mas míos que mi consciencia,
mas para siempre logrados por hombres que no recuerdo,
más sencillos, más pausados,
más propicios a ala clara
muerte-madre que sonríe en lo suspenso.